Carlos, no sabes lo que dependo de ti (y de esa tarjeta de la Sevibici que me regalaste cuando te marchaste de Sevilla, para que la pudiera usar en alguna emergencia) desde que hace una semana y pico decidí coger una bici y en vez de devolverla, quedarme con ella durante 55 horas y 29 minutos (según los de la Sevibici, claro), pedaleando, pedaleando sin parar, una hora, otra, me he llegado hasta Cádiz, he vuelto, luego a Huelva, he tenido sueño, me he dormido sobre la bici, ¿para qué iba a devolverla?, ¿para dormir?, ¡puah!, ¿para comer?, ¿pero qué dices?, no, no, yo he pedaleado toda la noche y durante dos días más, yo no me canso nunca, yo no devuelvo la bici, yo monto, yo pedaleo, yo soy la mejor, yo tengo el record de días de supervivencia sobre una sevibici, tengo el record de saltos, de derrapes, de wheelies, de can-cans, de no-foots, de cross-ups, de escalada por fachadas de edificios, farolas y papeleras, soy la campeona de la sevibici, y después de las 55 horas y 29 minutos devolví la bici justamente donde.... bueno, justamente donde la había devuelto ya sin novedad y sin problemas 55 horas y 16 minutos antes... mira qué casualidad, ¡en el mismo sitio!
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De paso, y para entretenerme, llamé al número de teléfono de ayuda de Sevici unas 50 veces, 60 quizás, y no me cogieron el teléfono ni una sola vez. Siempre estaban ocupados con otras muchas llamadas, decían ellos. Incluso fuera de su horario de trabajo. Incluso de madrugada. También (sólo para ver si podía hacerlo sin caerme mientras montaba en bici, claro) rellené el maldito formulario de su página web quejándome, unas 20 veces apróximadamente, sin que me funcionara ni una sola vez. Y ya como el truco supremo de una experta free-rider, ¡les escribí una carta desde el sillín de la sevibici diciéndoles que desbloquearan mi tarjeta, y se la mandé por correo!
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Y siguen sin decir ni mú, por supuesto. Y mi tarjeta sigue bloqueada, y yo sigo debiéndoles (según ellos) 55 euros y 50 céntimos. Y así seguirá hasta que me digan algo, y si no me dicen nada lo siento mucho pero yo no pienso pagarles ese dinero.
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Y de una manera, y de otra también, pensaré que la Sevici da un servicio nefasto al público, quizás sólo en agosto, quizás todo el año, y ya veré si hago o no una campaña de odio contra ellos, o si me compro mi propia bici (o si robo una de las suyas) o qué hago, porque esto le puede pasar a cualquiera y te puede pasar a ti (no, a ti no, Carlos, porque no sabes la cantidad de papelitos-recibo que saco de la máquina cada vez que uso tu tarjeta para que no me pillen los dedos otra vez), y bueno, estos problemas son lo que pasa tarde o temprano con la Sevibici, que conste.
Iba paseando por la calle. Esto no tiene nada que ver con mis vacaciones, fue anoche. Iba paseando (bueno, más bien practicando un poco de marcha atlética) por la calle, y paseé (uno-dos-uno-dos-uno-dos) por una calle donde yo viví una vez, hace muchos años, puuagh, malos recuerdos casi todo, la vecina-el perro de la vecina-los otros vecinos-el novio-la soledad-los ruidos-la falta de pelas-la lucha diaria de la existencia, aunque el pisito, la casita en sí, era muy bonito. Pues nada, paseé por esa calle, y era mi antigua calle, y vi mi antigua casa, y miré hacía la ventana de mi antigua casa, y miré dentro de mi piso, y allí estaba yo, de pie en el salón, leyendo un libro. Me quedé mirándome un rato, pero no quería llamar la atención, así que me fui.
Podría haberme saludado, pero me daba mal rollo.
(Por cierto, en esa época la calle se llamaba Manuel Mateos, que vete a saber quién era. De todas formas habrá caído en desgracia porque hace unos años arrancaron su nombre y ahora la calle se llama de Antonio Machín. Como no sé quién era Manuel Mateos, no sé si vamos a más rancios, o a menos...) empollado y puesto por
Pau
20:05
20 días, 20 anécdotas de mis vacaciones (y 20 fotos también). . Anécdota nº 7.
Castillos de Portugal.
(Hola, me he dado un descanso de una semana por nada en particular, y ahora empiezo a hablar de mis segundas vacaciones, me apetecía un viaje solitario de los míos por el Alto Alentejo - por ejemplo - que es lo que he hecho. E increíblemente, a pesar de todo lo que he pasado, estoy aquí en Sevilla de nuevo, sana y salva :)
Pues nada, castillos de Portugal. Castelos do Alto Alentejo. ¿No es bonito este, el Castillo de Belver? Ya os cuento más de Belver, pero una de las cosas que tiene es una playa de río, una de las más bonitas de Portugal, justo bajando y cogiendo por la carretera y luego cruzando un puente y luego 4 kilómetros de pasarela de madera y luego.... pero ¡sí! ¡Se puede ir andando!
Y muy buenas vistas que tiene, como todos los castillos. Vistas sobre el Tajo, ou el Tejo, Cristina, te lo dedico por nuestras actividades en el Tajo con los Lis-poetas.
Este es el Castillo de Castelo Branco. Castelo Branco tiene un castillo, o lo que queda de un castillo, que no es blanco tampoco, pero bueno. Es simpático, todo en él es simpatía, y la ciudad tiene uno de los barrios castilleros más bonitos que he visto nunca. Muchas casitas abandonadas, eso sí... pero allí reside su encanto, si no sus habitantes.
Elvas, ¿qué decir de Elvas? Lo que tiene Elvas (aparte de españoles bocazas) son fortificaciones, murallas, tiene una megamuralla con forma de estrella que es completa, rodea la ciudad. Es del siglo diecisiete, básicamente, se reformó para que los elvenses se defendieran de las invasiones de los españoles, un poco como ahora, vamos, aunque la primera y original versión de la muralla defensiva se construyó en el siglo trece. Y ay de ti si quieres salir de Elvas y no encuentras una puerta en la muralla, o si no tienes ninguna cerca, ahi te quedas, guapo. Bueno, hablando de fuertes militares (¿?), puedes darte una vuelta por las fortificaciones de Elvas y ves las garitas donde los militares de la época hacían sus guardias, y te hace pensar, te hace pensar. Pobres chicos, metidos allí no se sabe cuántas horas, día y noche, a ver si venía el enemigo o si no venía, bostezando, hartitos, con ganas de ir al servicio...
.... pero mirad esto, ¡me parece que he descubierto unos servicios del siglo diecisiete! Casi seguro que son de la época, aunque no había ninguna inscripción ni placa informativa... ¿A que tienen toda la pinta? Estoy segura que son los retretes originales que usaban esos soldados. Un agujero que da al ¿río? (no me quería asomar demasiado), un cubículo oscuro, nada de higiene, ningún sitio para lavarte las manos, ningún soporte para colgar el papel higiénico de la época... además hay dos, pueden ir dos soldados a la vez, si les entran ganas al mismo tiempo, mira qué bien...
De verdad, me ha parecido que he descubierto un trocito de historia militar desconocida. ¡Muy interesante! .
20 días, 20 anécdotas de mis vacaciones (y 20 fotos también).
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Anécdota nº 6.
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Villa Bonera en Nervi, Genova, Italia. Es un hotel muy especial. Es tan especial que por fuera es un palacio del siglo dieciséis, es un trozo de historia, una pequeña parcela de una vida pasada. Las tórtolas que se acercan para arrullar a tu lado y preguntar si tienes algo para ellas, las palmeras y los árboles con el mar detrás, la decoración señorial, las señoras mayores dormitando en el salón, digiriendo su pensión completa, felices con sus recuerdos, los techos artesonados, los frisos, el jardincito, la brisa del mar…
Por fuera, el lujo. El lujo del edificio, el espacio, la belleza. Por dentro… una ola de decadencia que lo envuelve todo, y que es encantador. Y las habitaciones… como las de una pensión. Reflejando estilos de hace años, la humildad de nuestros viajes de hace años. Tan necesitado de una reforma… pero espero que no lo reformen, de momento. De momento todos tenemos acceso a esta parcelita de gran lujo con sus buenos precios, sabiendo que podemos saborearla ahora porque algún día llegará esa reforma y ya será un hotel de lujo de verdad, y las habitaciones costarán 4 veces lo que cuestan ahora, y seguramente perderá su carácter en el camino, y será una pena.
En la terraza de mi habitación. La terraza era unas 9 veces el tamaño de la habitación y te apoyabas en sus balaustradas de piedra y veías el mar detrás de los árboles.
Y la habitación… te sentabas sobre el camastro de hierro y mirabas la cara de Cristo y decías “qué fuerte”…
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Anécdota nº 5.
Aveiro, Aveiro es tan...
Es tan, es tan...
... es tan ... que no sé que es. Tan querido por mí, o algo. Es bonito, pero no espectacular. Se vive bien. Es azul, gris, tranquilo. Está lleno de peces y de ovos moles. Y son felices. Y yo soy feliz en Aveiro, oye.
(Los viajes siguen. Mañana me voy otra vez, vuelvo a Portugal como si tuviera algo que hacer en Portugal. Pero es agosto. Me apetecía un viaje solitario de playas de río y de piscinas de hotel. Y eso es lo que voy a hacer. Es ligeramente complicado sin coche. Pero sobreviviré. He intentado ponérmelo fácil. Un poco rural, un poco diferente y un poco interesante, espero. Seguiré con mi anécdota diária siempre que la conexión a internet permita. :) :) )
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Anécdota nº 2.
Día 7 de agosto. ¿ A Travessa do Fala Só? Hoy (pienso, repentinamente) en Lisboa, todo el mundo habla solo. Después de oír el monólogo larguísimo de una señora mayor con su perrito, empiezo a oír más voces. Detrás de mí por la calle viene un chico joven, hablando, hablando, hablando. O tiene un sin manos de estos para hablar por el móvil, o está completamente loco. Miro de reojo. Está vestido pijo-estrafalario, pero es muy joven para estar completamente loco. Bueno, por si las moscas, cruzo la calle.
Y resulta que sí, que está mal de la cabeza. Sigue hablando, y hablando, con nadie. Ah, no, ahora está hablando conmigo. "¡No cruces la calle! ¡Sigue aquí en este lado, conmigo! ¡No me rehuyas!"
Ohú. Menos mal que crucé.
Y a esto viene un enorme y traicionero golpe de viento que me levanta la falda a la altura de la cintura, y como tengo tanta falda y se me sale por todos lados no hay manera humana de bajarla toda a la vez, no tengo manos suficientes para bajarla toda a la vez, y bueno, resumiendo, el pijo-estrafalario-loco ve mis bragas.
Y sigue hablando, claro.... "¡El viento! ¡El viento! ¡Ja ja! ¡El viento, que levanta las faldas de las chicas! ¡Me encaaaaaanta el viento!"
¡A mí no! Aunque me saca unas risitas, eso sí...
En el apartamento que Chari y yo alquilamos na Rua Nova da Piedade (Praça das Flores). Con esa falda.
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Anécdota nº 1.
Día 26 de julio, y estoy en un tren, un tren que va de Milán a Genova. (en Italia, se entiende).
Voy sola. Bien. Ah, no, mierda, se ha sentado alguien a mi lado. Bueno, no pasa nada. O sí. Sólo lo veo de reojo, pero se está rascando la cabeza. Vale. No pasa nada. Al ratito ya se está rascando la cabeza otra vez. Y otra vez. Y otra. Y otra. Dios mío, este tío que va a mi lado está infestado de bichos, de esos que saltan, qué asco, (asumo una postura rebuscadísima con la cabeza estirada hacia delante, de manera que mi cabeza esté lo más lejos posible de su cabeza), ¿y si me cambio de sitio?, ¿si me voy al asiento de enfrente? No, eso sería peor, así lo tengo de frente y me mira, y además sabrá por qué me he cambiado. Sigo en mi postura incomodísima, alucinada, y el tío sigue rascándose la cabeza, una y otra vez.
Es sólo cuando pasamos por un túnel y lo veo reflejado en la ventana que me doy cuenta de que se está haciendo masajitos en la calva.
Foto: Bérgamo, Italia, 24 de julio (como veis, las 20 fotos no tienen porque tener nada que ver con las 20 anécdotas, si no quieren) empollado y puesto por
Pau
22:45