¿No puedes? Bueno, todos sabemos que hay formas de hacerlo, pero yo hoy he descubierto una forma increible de drogarme. Igual sólo funciona para mí, igual solo funciona una vez, pero esta tarde he tenido un ataque de risa de los más gordos de mi vida, imparable, me lo he pasado de maravilla. Me jodió la idea de que tenía de dormir la siesta, desde luego, pero durante varias horas he tenido una sensación idéntica a la de haberme tomado cuatro o cinco cervezas, aunque sin tanta necesidad de mear ni de marearme y tropezar (bueno, en clase de sevillanas sí, pero eso es normal).
Escribir el blog es una droga para mí, el blog tiene un efecto porro. Diría que es relajante más que otra cosa, a veces empalmo una sarta de carcajadas con la relajación, pero más que nada el blog me va quitando todos los dolores y penas y actúa como un masaje. Pero esta lectura era mucho más. Esta lectura (yo soy unitema y monobloque, lo que he hecho para colocarme así ha sido leer un antiguo diario mío simplemente) era despertarte de un sopetón de la letargia de la hora de la siesta y ponerte con los ojos como platos, devorándolo página por página y cuaderno por cuaderno ("sólo leeré un mes, sólo leeré un mes"), y es que todo el año de diarios es así.
Bueno, lo que me provocó el ataque este de carcajadas que no pude parar y que tuve que hundir la boca en un cojín porque si no iban a acudir todos los vecinos, era la historia de un cierto chico que estuvo presente en mi vida durante una cierta época, y que sin dar nombres ni nada (Susana sabrá de quién estoy hablando) puedo sintetizar en dos palabras: ridículo y guapísimo. No digo ridículo para reirme de él, yo sólo quiero reirme de mí, pero me viene a la mente esa palabra para describirle, y la uso en el sentido de extraño y divertido, muy diferente, era un encanto. Durante mi larga lucha para llamarle la atención (bueno, ese no era el problema exactamente, porque era el tipo de persona que a pesar de su timidez rayando en la tartamudez también me soltaba alguna buena bordería de vez en cuando) pasaron muchas cosas, todas motivo de muchísimas risas, risas tontas, risas idiotas, risas flojas, todo tipo de risas. Voy a acortar un poco la historia aunque me gustaría contarla entera (en el libro que estoy escribiendo seguro que la cuento), y sólo voy a citar - textualmente - la página de mi diario donde cuento el ligue final con él, el ligue cuando nos fuimos a la cama.
Voy a dar algunas referencias circunstanciales antes de citarlo porque creo que son necesarios para entender lo que digo. Primero, que él y yo habíamos ligado un par de veces con anterioridad; segundo, que "ligar" en aquel entonces, a esa tierna edad y en la rancia sociedad en la que vivíamos significaba básicamente darse besos y abrazos y quedarse toda la noche charlando, porque follar no se follaba, yo creo que en una primera cita o ligue no te quitabas ni una sola prenda de ropa; tercero, que tampoco quería tirarme de cabeza porque él por lo visto tenía una novia en no sé qué sitio (y yo estaba a punto de ir a Toulon a revisitar a Philippe, aunque disponía de toda mi libertad); y cuarto, que este chico era rubio, rubísimo, tenía unos ojos azules intensos y una cosa que a mí me encanta por exótico y porque yoquesé porqué me gusta tanto, un pecho peludo rubio, que había visto asomarse por la abertura de la camisa.
Y describo la noche que pasé con él así, textualmente:
"Estuve haciendo ruidos de animales para que los vecinos pensaran que se lo estaba montando con ovejas y con vacas. Me dijo que yo físicamente me parecía a Hitler. Me dijo que la satisfacción que sentía por tener una novia era más bien apatía. Se quitó los pantalones y tardé dos horas en darme cuenta. Y me enseñó el pecho peludo que yo había visto encima de la camisa, y resulta que el pecho peludo termina donde empieza la camisa".
Surrealismo total ¿no? y a mí me emborrachó de risa.