Los desayunos de la Quinta do Caracol (Tavira, Algarve, Portugal) son larguísimos, larguísimos, y acompañados siempre por gorriones, ranas, mirlos, buhos, cuervos, gallos, palomas, golondrinas y todo otro tipo de pájaros cantores.
Me siento allí con mi café, mis tostadas y mi mermelada de tomate y observo a todos.
Plan de seducción de un mirlo: persigo a la mirla a toda pastilla. A saltos: boing, boing, boing. Me echo una cagadita. No pasa nada, no me ha visto. Boing, boing, boing. Me paro un momento y saco una lombriz del suelo (no lo puedo resistir). Boing, boing, boing. Ya se ha ido la mirla. Bah, volverá. Me voy a comer.
Luego te vas un ratito y tomas el sol en las tumbonas del jardín. No sé por qué, pero cuando yo voy a la Quinta do Caracol siempre hace un sol espléndido. Quizás siempre lo haga allí y punto. ¿Por qué no? Como pasar a otra dimensión.
Qué de pájaros. Y cómo cantan. Ese canto tan perfecto, tan largo, tan repetitivo. Si no se puede copiar y pegar, no sé cómo lo hacen.
Escribo cosas. Así soy feliz.
.
Bueno, son los primeros días de la primavera y el patio está revolucionado. Pájaros, sapos, abejorros, todos están ligando. O sea que todos (menos una servidora) están ligando. Y la verdad es que después de tres días y tres noches de cantos, trinos y cacareos ininterrumpidos están para pegarles un escopetazo algunos de ellos, pero bueno.
.
¡Ah! ¡Tengo la solución! ¡He encontrado un gato gigante que puede hacer el trabajo por mí!
.
Pero ese está en el centro del pueblo y tiene otras cosas que hacer.
.
Estoy aquí de avanzadilla, investigo lugares (bares, principalmente, jeje) que nos pueden ser de interés en una bonita excursión que vamos a hacer aquí en mayo, con curso de pintar a la acuarela incluído, que va a dar mi amiga Cristi (yo sólo ando con los artistas más artistas). ¿No es una maravilla esta tienda-bar? Sí, en esas mesas al fondo te tomas la cervecita... si no se te cae una escoba en la cabeza, claro. Aquí vendremos, seguramente.
.
Me doy una vuelta por el cementerio, porque me gustan los cementerios, tienen muchos personajes de muchas épocas diferentes que me gusta fotografiar. Me gusta imaginar cómo sería su vida.
.
Y ¡he podido ir a la playa por primera vez este año! Cogiendo un tren y luego andando, andando por la carretera y bajando, bajando a ver qué había, llego al final de la calle y mira lo que hay.... kilómetros y kilómetros de playa y sólo veinticinco personas en ella (las he contado). Y un día con sol, con brisita, que parecía mediados de junio. Eso sí que ha sido una suerte.
.
Hasta que me ha picado una avispa en la estación, claro. Malditos bichos, ya no sabéis qué hacer para fastidiar al prójimo.
.
Me gustan estas escapaditas. Para pensar, para estar con mis cosas.
.
Me he encontrado, unos años más joven, en un cartel en la pared de una casa abandonada. .
Hoy hace 20 años de la tragedia de Hillsborough. Puse la tele un momentito, vi unas imágenes de un estadio de fútbol e oí el número 96, y supe que se trataba de eso. Murieron 96 personas. Rick y Trace estaban allí. O sea, que murieron dos de mis mejores amigos, y 94 personas más. Apagué la tele en seguida porque sé que les gusta sacar unas imágenes de la gente muriéndose que no sacarían tan alegremente si ellos hubieran perdido a alguien allí. Pero eso no lo pueden entender. Para otras personas son imágenes interesantes, seguramente muy morbosas. 20 años. Fue hace 20 años. Yo vivía en Lisboa, allí me enteré de qué había pasado. Ahora también da la casualidad de que estoy en Portugal. Lo único que puedo decir es que a Rick y a Trace los sigo queriendo igual que entonces, como si no hubiera pasado el tiempo. Igual. Todos somos las personas que éramos hace 20 años, no sólo ellos, no sólo yo.
Mañana escribiré sobre otra cosa. Donde estoy, tengo material :). empollado y puesto por
Pau
17:47
A veces tengo ganas de postear, pero eso es lo único que tengo: ganas. No tengo material. No todos los días tengo encontronazos con viejos verdes, regalos para chicas mayores o grandes pechugas que vienen volando por el aire y se pegan a mí. Me pasan otras cosas, pero ... no sé.
El otro post que siempre quiero hacer y no hago es sobre lo que me pongo en la cabeza cuando me ducho, que es algo completamente... insólito. Ese ya vendrá un día de estos.
Sigo escribiendo. Escribo cuando puedo. Mi personaje ficticio, mi alter ego que no se parece a mí, jeje, ya se ha acostado con deiciocho, veinte, veinticinco hombres. Los otros doscientos cincuenta se sobreentienden. Es psicológicamente compleja. Los devora con el cerebro. Es una cínica. Y sin embargo, en su vida hay 1. poesía y 2. humor, que creo que son las dos cosas más absolutamente necesarias que hay en esta vida. Bueno, después de la cervecita, la amistad, el buen tiempo, la creatividad y el blog y un largo sinfín de... otras cosas, pero esa es mi vida, no la suya. Pues lo que estoy escribiendo está prácticamente escrito todo, sólo tengo que seguir poniéndele orden, añadir algún trozo y enderezar algún entuerto. Hay partes que no encajan o que son demasiado largas, y esas partes cuando las veo las arranco de cuajo y las tiro a la papelera de reciclaje, cosa que me da mucho placer. Me queda bastante trabajo todavía. O no, no sé. Pensaba que lo terminaría más rápido, y no es así. Pero el otro día Mau y yo leímos unos trozos juntas, y viéndolo por los ojos de otra persona y por los tuyos al mismo tiempo... eso es algo muy bueno, eso ayuda mucho. Te quitas de tonterías. Ayuda a abrir una puerta para que veas realmente lo que has escrito. Y me quedé contenta.
Recuerdo con muchísima alegría las veces (muchas) que me senté en un bar a escribir un episodio, a veces también en alguna plaza o algún parque. Y cada episodio que escribí así lo asocio con el lugar donde lo escribí y creo que me acordaré toda la vida y todos me producen una sonrisa de oreja a oreja, incluso los sitios donde no lo pasé demasiado bien y donde escribí cosas oscuras (que son los mejores, quizás). Escribir me produce euforia, ¿seré normal?
Cosas que me han pasado últimamente, algunas de las cuales no tienen que ver con mi pelo (nuevo).
1. Voy por la calle el otro día y viene acercándose un señor de unos ochenta y cinco años, muy mayor, muy bajito y aparentemente muy inofensivo, y se queda repentinamente parado delante mía y exclama, textualmente: "¡¡Vaya par de tetaaas!!" Luego hace un ruido que hacen las personas que llevan una dentadura postiza, como para no tragársela, no sé cómo se escribe así que no lo escribo, y se va por su camino. Me río para mí por lo surrealista de la situación, que me ha parecido algo propio de la serie de Benny Hill (si alguien se acuerda de eso) y es sólo un trecho más adelante que me quedo parada y me digo a mi misma, toda ofendida, "¡pero ¿por qué no me ha dicho nada de mi pelo?!"
2. Voy a una perfumería a comprar unos artículos. En esa perfumería casi siempre te regalan algo cuando compras, alguna muestra, cosas pequeñas... algo. Voy a la caja y pago, y el dependiente se dispone a buscarme el regalo, el regalo ideal para mí, se supone. Me mira. Revuelve en los cajones, pero nada. Me mira de nuevo. Casi saca una cosa, pero la vuelve a meter. Me mira más detenidamente. Es que tiene que ser el regalo perfecto ¿no? Será algún producto maravilloso para mi maravilloso pelo, seguro... Pasan los minutos y sigue revolviendo en los malditos cajones, y mirándome de nuevo. Finalmente se da la vuelta y me da... una crema antiarrugas.
3. Después del comentario enigmático (11 de noviembre en este blog) sobre las partes del cuerpo de un ¿pollo? que salió flotando al ambiente hace unos meses del bar de enfrente de mi casa cuando estaba tomando el sol, y que Antoñita y Chari se encargan de recordarme regularmente, para que no se me olvide, jeje, gracias, entro el otro día en mi supermercado local y me acerco al mostrador de las carnes, o sea, a la carnicería, cosa que sólo hago cuando no hay cola, porque soy una persona muy impaciente. En los 20 segundos o así que tarda el carnicero en atenderme, pasa lo siguiente: sale otro carnicero de entre bastidores de repente, y Carnicero II le pregunta a Carnicero I, fuerte y claro, contundente y tajante:
"¡¡¡¿¿¿HAS VISTO QUÉ PECHUGA MÁS GRANDE???!!!
Y yo, con cara de pasmada, miro hacia abajo y sólo veo una pechuga, la mía. Yo soy la única pechugona en la cola. Sólo puedo suponer que no soy la única en todo el conjunto de la cola, el mostrador y la tabla de cortar de los pollos.
Hablando del bar de enfrente, mirad lo bien que se lo montan ahora, desde que se acabó el invierno. Por primera vez en la historia arrastran las mesas y las sillas al césped, y allí toman sus cervezas y comen sus pechugas. Da gusto verlos, ¿verdad?