No, en un sueño, no en la realidad, en un sueño anoche. Pasé un año en la cárcel, y fue una experiencia bien aburrida y gris, pero como yo era prácticamente la única mujer entre tantos hombres, ciertas cosas no me faltaban. Besos, fundementalmente, besos no me faltaban, nunca. Era mi último día en la cárcel y estaba bajando una escalera roñosa y triste acompañada por un preso que me besaba, uno alto, rubio, muy macarra, no me gustaba, era mi último rollo de la cárcel, la cárcel se había acabado. Y luego me iba ya para casa en el autobús con Mari Paz, que también había estado en la cárcel conmigo, aunque en otra ala, y comentábamos estas cosas.
Y pienso que todos tenemos nuestras cárceles particulares.
Y pienso que yo, por ejemplo, la inmensa libertad que me da no tener pareja es una cárcel.
Y que mi maravilloso trabajo que me gusta tanto aquí en mi casa también es una cárcel.