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lunes, 25 de agosto de 2008

 
Albania (2): Vlora

Vámonos, vámonos de Tirana, me voy a Vlora (o Vlorë, según la declinación, según dónde lo escribas en la frase). ¿Por dónde? Por aquí, claro....
Sabía que coger un autobús en Albania era un asunto azaroso, algo menos en la capital Tirana quizás, aunque el problema en Tirana es que cambian la "estación de autobuses" (léase "descampado cualquiera") de sitio cada dos por tres y ahora ya no está "detrás de la fábrica de harina", que era la última noticia que tenía de ella. Al llegar a la polvorienta (pero ya no enharinada) estación de autobuses el mismo taxista que me trae empuña mi equipaje y lo embarca en un autobús, gritándole cosas al conductor, que grita a su turno "¡Vlorë! ¡Vlorë!", yo también grito "¡Vlorë! ¡Vlorë!", luego me embarcan a mí y nos vamos. Qué rápidez, qué eficacia, pienso yo, pero a los veinte metros paramos y embarcamos a veinte pasajeros más, un poco más adelante a otros diez, y así. Ya pinta la cosa bien, ya va el autobús hasta los topes, ahora esto se parece más a un verdadero autobús albanés.

Arranca el autobús y también arranca una alegre pachanga tradicional albanesa que nos va a acompañar durante todo el viaje. El tiempo pasa rápido, estoy más que ocupada mirando los bunkers, los edificios en construcción, los camiones destrozados y los pisos a medio hacer que bordean el camino y escribo el diario, estoy alucinada con todo, el paisaje, los nombres de cosas que voy leyendo ("Shitet", por ejemplo, que está en todas partes y significa "Se vende", parece que todo se vende en Albania, menos los bunkers). Vamos casi siempre con la puerta trasera abierta, que les facilita la cosa a los vendedores de mazorcas de maíz que se suben cada vez que paramos. Al señor que va a mi lado le encanta el mapa de Albania que saco y me enseña donde están las ciudades y los pueblos, entran nubes de polvo por la ventana, hace muchísimo calor (pero no me molesta, es un viaje guay).

En tres horas y media llegamos a Vlorë, donde uso mis dos mapas divergentes para encarrilarme hacia mi hotel, también pregunto, también funciona. Aquí tampoco hay rótulos en las calles. En Vlora todo es grande, los edificios, las distancias, me parece que no voy a llegar nunca, pero media hora más tarde me parece que estoy viendo mi hotel desde lejos, sí, allí está, ahora sólo tengo que cruzar lo que quizás un día fuera un parque antes del bombardeo, sortear un montículo de basura y cruzar un descampado.....

No sabía qué esperarme, pero el hotel (Pavarësia) es de lujo. Estoy sorprendida. Son las tres y media de la tarde y no confío mucho en poder encontrar dónde comer, pero en el mismo restaurante del hotel me ponen una megacerveza y un riquísimo plato de pasta.

Subo a dormir la siesta, dificultada por unas decibélicas danzas turco-albanesas que parecen venir de un pequeño puesto de hamburguesas en la plaza. Por lo menos estoy a salvo del calor y del peligro en un hotel de lujo, y me puedo duchar y estas cosas.

Por la tarde voy a descubrir cosas.

Descubro que Vlora tiene un mensaje. Un mensaje en una botella. Y en una lata de cerveza aplastada, en una bolsa de plástico mugrienta, en un cacho de ladrillo, y en una mazorca de maíz chupada. Sí, Vlora está llena de basura. Aparte de basura, hay grandes bloques de pisos y una gran avenida. Vlora tiene un aire a Marbella cuando no la habían terminado, pero parada y venida a menos, tiene su colorido, y me gusta la gente, pero echo de menos Tirana. Me dirijo a la playa más cercana,
donde disfruto viendo la puesta de sol (con tubería bombeando desechos al agua),

barcos al fondo,
la gente me parece guapa, y linda, en un puesto de bebidas donde paro a repostar la familia me pregunta si soy kosovar y me parto de la risa, como no hay turismo de fuera, alguien que habla una especie de albanés pero muy raro sólo puede ser de Kósovo, charlamos como podemos (o como puedo yo), me voy pensando en ellos como mis amigos. La gente de Vlorë me encanta, todas las pequeñas conversaciones, aquí no se habla nada que no sea albanés y eso me gusta, me cae bien, me he enamorado de Albania en general, de todo y de todos.
.
El día siguiente me atrevo con un autobús local,

una lata de sardinas asadas, ¡esto sí que es un autobús albanés! - y no lo vais a creer pero el cobrador se mueve por toda esa apretadura de gente sin la menor dificultad, con su fajo de billetes en alto - para visitar la zona playera de Uji i Ftohtë ("Agua Fría"). Me encuentro con varias pequeñas playas (pedregosas y llenas de papelotes) abarrotadas de gente, la mansión abandonada del dictador comunista Enver Hoxha, destrozada y quemada durante los motines de 1997 y ahora usada para expresarse mediante grafitis en las paredes y cagadas en el suelo (estoy convencida de que es una declaración de principios) y para tirarse al mar desde los balcones,

veo gente tomando el sol en medio de la basura, falta de otros sitios,
y también encuentro cientos de chiringuitos y bares a pie de playa, algunos con una pinta buenísima, y muchos sitios para comer.

Por la tarde-noche sigo paseando por la ciudad y hasta consigo comprar cosas en tiendas (después de 5 minutos dudando en la puerta con la nariz metida en el diccionario, claro), cruzar la calle (creedme, es un milagro), y ver otras partes de la ciudad, por ejemplo una plaza monumental donde alquilan cochecitos de motor para que los niños se den una vuelta,
casas típicas,
aunque las más típicas siempre son estas:
pero ya se hace de noche y me estoy perdiendo y no quiero eso, así que vuelvo al hotel con la idea de cenar en el camino, y ¿qué pasa?, ¿nadie cena por aquí?, pues no se ve a nadie cenando, estoy despistada, pero al final entro en un sitio enfrente de mi hotel y aunque sólo tienen pizzas me ponen la pizza más buena que he comido en mi vida. Puedo decir que Vlora me gusta. Asusta un poco, en ciertos aspectos (la gente nunca), pero me gusta.

Ah, y los Mercedes:


Próximo post: Albania (3): Himara

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viernes, 22 de agosto de 2008

 
Albania (1): Tirana

Los conductores de los autobuses albaneses primero secuestran tus cosas, luego te secuestran a ti, todo es muy rápido y muy emocionante. Los autobuses albaneses nunca son albaneses, son griegos, italianos, austriacos, lo que sea, básicamente cuando se quedan descuajaringados y desfasados en su país de origen se venden a Albania, donde empiezan una nueva vida. Tienen un cobrador, que sólo se distingue de los demás pasajeros porque lleva un fajo de billetes gordísimo en la mano, y los otros pasajeros no. Todo esto lo descubrí (aparte de lo del secuestro de bienes, que ya sabía de internet) al salir del aeropuerto de Tirana y el larguísimo control de pasaportes, donde por algún tipo de milagro conseguí coger el último y desvencijado autobús que salía para el centro cuando estaba cerrando sus puertas para salir ya. A las 6 de la tarde.

Veo mi primer bunker nada más salir del aeropuerto. Parece que todo lo he leído sobre Albania va a ser verdad. Me paso el corto viaje al centro de Tirana muy emocionada, mirando por la ventana con la boca abierta. Tirana me encanta desde el principio. El autobús suelta pasajeros y les manda a coger sus cosas del maletero todo en medio de la calle principal, con el tráfico haciendo un rodeo para esquivarles, y todo el mundo tan contento. Aquí las cosas funcionan, parece, no se sabe cómo, pero funcionan. Funcionan por pura dinámica humana.

Fin de trayecto, me dejan en la Plaza de Skanderberg, me siento feliz, ya estoy en Tirana:

Ahora sólo tengo que encontrar el hotel, que sé que está a un paso de la plaza central, y tengo dos planos diferentes de la ciudad para ayudarme en mi empeño. Vamos allá..... izquierda, derecha, izquierda, derecha, palante, patrás, un dos tres.... y nada. Ha pasado media hora y sigo en el mismo punto, porque 1) todos los edificios emblemáticos de la plaza salen en mis dos planos, pero en ubicaciones completamente diferentes, y porque 2) cuando intento buscar alguna placa con el nombre de una calle, no hay, eso parece no existir aquí. Hago de tripas corazón y estreno mi defectuoso albanés con dos guardias que hay en una esquina (no sé de qué calle), y muy amablemente me indican donde está la calle que busco, además les entiendo (bueno, entiendo la palabra "semafor" y los movimientos de brazos, que viene a ser la misma cosa ). Y funciona: encuentro la calle, la calle es un horror,
pero el bonito hotel donde yo tengo mi reserva (el Villa Tafaj ) está allí. Entro, me llevan a mi habitación por un laberinto de pasillos patios jardines restaurantes cafés y salas de estar del que no voy a saber salir después, presentándome en el camino a todos los camareros, hola, hola, me encanta, la habitación es estupenda, estoy aquí, he llegado.

Luego me voy a dar un paseo vespertino para ver la ciudad. Es interesantísimo. Había leído mucho en internet sobre los agujeros que hay en las aceras, tienes que ir con mil ojos para no caerte dentro de alguno. Por lo visto en una época hubo una iniciativa del ayuntamiento que premiaba el reciclaje, y con eso desaparecieron de repente todas las tapas de las bocas de registro (y aparecerían recicladas como otras cosas seguramente, aunque me cuesta imaginar como qué). Estaba muy preparada para no meter literalmente la pata, pero al final no era para tanto, no había grandes agujeros, aunque sí que faltaban pedazos de acera en todas partes:

La cuidad en sí me encantó. Hay tanto que ver, todo es tan diferente. Tirana no es plato de gusto para todo el mundo, es zarrapastrosa, muchos edificios se caen a pedazos, los bloques de pisos están sin terminar, mucho ladrillo feo a la vista, marañas de cables, es como un barrio marginal en los años setenta, pero también tiene movimiento, colores vivos, muchísimos bares y gente linda, lindísima, que te sonríe... además es la ciudad capital más segura de Europa, eso lo sabía antes de ir y lo he confirmado, los Tiraneros no son tironeros, y no atraes miradas desagradables ni comentarios dudosos ni remolcas a nadie raro en tus paseos. La vida se desarrolla con una normalidad envidiable: no te sientes rara en absoluta. Sólo fascinada. Y hay una gran cultura cervecera, que es lo que me gusta a mí. Hay muchísimos bares y cafés. En Tirana la moda en bares es el estilo años setenta, esos bares que tienen banquitos redondos de terciopelo y una planta de arriba que se ve desde abajo, no sé si me explico, y todos ellos y otras cosas le dan a Tirana un aire periferia-de-Madrid-en-los-años-setenta que me gusta mucho.

Es una ciudad amable.

Aunque destartalada y desastrada también. Los largos años del régimen comunista más represivo de Europa se encargaron de eso (todo el mundo sabe que era casi imposible entrar y salir del país, pero ¿sabíais por ejemplo que los vehículos particulares estaban prohibidos, lo mismo que los teléfonos en las casas, la religión y las barbas?), además después del comunismo les fue regular, aunque ahora son tiempos de paz y un poco de progreso, un poquito pero allí está, Albania tambalea, pero no se cae.

Cables,
maniquíes con la cabeza rota,
cientos de ellos, casas de colorines,
también cientos de ellas.

El segundo día me pasé la mañana descubriendo la cuidad con más tiempo y haciendo un superfotorreportaje sobre maniquíes con la cabeza partida, pero ¡ups!, a que no os acordábais de los agujeros en el suelo, los desniveles, pues yo tampoco, me torcí el pie en uno de ellos y tuve que pasar la tarde descansando en el hotel.

Me dió un poco de rabia pero tuve que hacerlo, e hice bien porque después no volví a tener problemas con él y pude andar muchísimo, por toda la costa izquierda de Albania, gracias a mi sensatez ese día, creo.

Por cierto en la foto se ve el restaurante del jardín, debajo del balcón de mi habitación. Se comía estupendamente, ya hablaré más sobre la comida albanesa y lo buena que está.

Definitivamente, el sitio que más me gustó de Albania fue Tirana. Y me quedé con las ganas de ver más. A Tirana tengo que volver, y sé que volveré.
.
(Dentro de pocos días: Albania (2) Vlora.)
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sábado, 16 de agosto de 2008

 
Hoy hay internet en Albania! Un milagro!

Voy a escribir rapido porque no se cuanto durara.

Tirana es indescriptible, y me encanta. Me encanto' Tirana. El hotel, la comida bueniiiisima, la gente, los miles de maniquies, y la calle, las calles, todas las calles, vas alucinando constantemente, con todo.

Si Tirana es la capital mundial del maniqui de la cabeza partida, Vlora es la capital mundial de la basura y de los desechos. En Vlore nadie habla otra cosa que no sea el albanes, la gente es linda linda linda, no se puede cruzar la calle, las playas son asquerosas, y es el lugar de Europa con mas Mercedes por kilometro cuadrado, tambien con mas botellas de agua aplastadas. Si no te caes por un agujero en la calle antes, puedes llegar a tu hotel de lujo, donde te amenizaran la estancia a la hora de la siesta con pachanga turco a mil decibelios.

Los autobuses son geniales, vas como una sardina haciendo buenas migas con todo el mundo, eso es cuando los hay porque normalmente o no los hay o nadie sabe de donde salen, o si lo saben, pero no salen de alli, salen de otro sitio a otra hora y total, puedes tener la oportunidad de conocer a taxistas maravillosos como Enver, nos tomamos una cerveza en el taxi y otra con el jefe de policia de Himare, antes de que yo pasara la noche en una casucha en la ladera de una montana, con las cabras (todo vendra en otro post, ha sido todo tan surrealista, tan duro y tan divertido como me habia imaginado, o mas, mucho mas, a veces).

Himara, como lugar (prometedor pueblecito costero sin explotar por el turismo), era un espanto. Saranda tampoco me gusta mucho, tiene un principio de turisteo que no existe en el resto de Albania, es un sitio raro, no se si realmente esto es Albania. Tengo un hotel que cuando consigues encontrarlo entre los escombros puedes disfrutar de una vista maravillosa del mar con Corfu al fondo y ves los barcos que se pierden en la distancia y deseas estar en uno de esos barcos y no en Sarande, pero eso va y viene, bueno, estoy preparada para irme ya. Manana si Dios quiere llegare a Corfu, pasado manana a Bari.

Pero te quedas con esto: la gente es lindisima, honrada, buena, amable, un encanto, la gente es maravillosa. Y la comida esta buenisima, los tomates saben a tomate, un tomate es un vergel de sabores, una ensalada es una experiencia irrepetible que puedes repetir siempre que quieras. La comida italiana la hacen igual o mejor que en Italia. Y puedes tomar el sol sentada sobre un bunker. Es un pais muy surrealista, cambias tu mentalidad, usas la cabeza, es duro, pero compensa. Algo asi. Me encanta Albania, ya escribire mas sobre cada sitio cuando vuelva. He hecho miles de fotos.



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viernes, 8 de agosto de 2008

 
Vacaciones para todos los gustos.

Mi amiga Mau va a Matalascañas, Huelva, extremo sur de España, centro por excelencia de la catetez playera mundial, chanclas y cabezas de gambas, neveritas con latas de cerveza y tortillas de patatas, ella por supuesto va en otro plan, a casa de una amiga, no va buscando catetez, pero le ha pasado lo siguiente:

1. Va a desayunar a un bar y pide su café, etc. El camarero le pide 2 veces que lo repita, ¿qué pasa?, dice mi amiga, ¿no lo digo bien?", "Es que habla usté mú fino", dice el camarero "¡y no la entiendo!"

2. Va mi amiga Mau a una frutería y pide unas nectarinas, "maduras," especifica, "maduras," porque las quiere dulces. El frutero ignora las que tiene delante expuestas que tienen una pinta magnífica y va a rebuscar en la trastienda, le trae unas nectarinas completamente verdes que no se podrán comer en una semana, la Mau muestra su decepción y su sorpresa, y el tendero le dice, "¡pero le he puesto las nectarinas má' duras de to'a la tienda!"

Y yo.... que también voy buscando malentendidos y dificultades.... me voy a Albania, mañana a primera hora. Albania. Vuelo (si Dios quiere, ya se sabe) a Bergamo y luego a Tirana. Paso dos noches en Tirana, aquí, hotel relativamente buenísimo aunque relativamente menos bueno que el Sheraton Tirana o el Diplomat Fashion, claro, mucho encanto, muy surrealista con sus 'twittering birds' (algo así como 'pajaritos gorgoriteantes'), ¿cómo será Tirana con sus agujereadas calles, su chorrito de río y sus edificios pintados por el alcalde guay?

Luego voy a Vlora, ciudad costera con playas dudosas y bloques de pisos vacilantes (me lo estoy inventando), luego a Himare que es donde me tocará dormir en el búnker, deseadme suerte buscando algo, se dice "A keni një dhomë?" y si se obra el milagro y sí tienen una habitación dices "Mund të shoh dhomën!" y se supone que te la enseñan, aunque dudo que se vea mucho en un búnker a las diez de la noche, ¡ah! pero ¡he comprado una linterna! (por cierto, Dani, te fuiste con mi brújula de cuando la llevabas en el sketch del turista... bueno, creo, porque no la encuentro... ¡ahora me voy a perder!). Y luego me voy a Saranda, y espero que a Gjirokastra (si consigo ir y volver en el día y no tener que quedarme a dormir en un búnker otra vez).

Y si todo eso parece tortuoso y complicado, la vuelta lo es todavía más... paso sendas noches (aunque no en sendos búnkeres) en Corfú y en Bari, Italia....

Me hace mucha ilusión. Creo que tendré que armarme de valentía o de otro tipo de fuerzas en algunos momentos, pero creo que va a ser de los viajes más interesantes que he hecho nunca.

¿Cómo olería un perfume que se llamara Albania?

Ya os lo diré. Voy a intentar entrar en internet desde allí siempre que pueda, y postearé.... deseadme suerte!!!!!!



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sábado, 2 de agosto de 2008

 
Bueno, ya está bien de quejarme. Creo que todo el mundo se ha enterado ya de que aquello no me gusta. Ahora hablaré de otras cosas.

Ya estoy en Sevilla, ya he llegado a Sevilla pasando por Faro y la playas nocturnas y la faringitis y el Ibis y sus piscinas, sus cutremartinis y sus otros detalles, ya lo contaré en un próximo post. Definitivamente no ha sido fácil pero ya estoy aquí.

Mientras tanto,



mis maniquíes viven otra vez, están en la revista Luke este mes con "Perdone, ¿este dedo es suyo?", venid a verme (bueno a ellos) clicando en la palabra Luke. Gracias Inés por saber querer a estos extraños seres y darles un sitio en tu revista. (Inés, otra persona con una vida interesante...). En septiembre abriré un blog con ellos, un blog con, sobre, de, por y para ellos, ya os aviso.......

Sevilla es una maravilla en (a pesar de) agosto. Me voy a tomar una cerveza con Dani. Sonrío espontáneamente, me levanto del sofá, subo el post.

Ta pronto!



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