A las siete menos cinco ya estaba en la puerta, con 40º en la calle, sudando casi tanto como aquel verano de tanta pasión en tan corto tiempo, y muy arreglada y finamente vestida porque me había puesto guapa para la casa, también con la idea de aparentar que los 120 millones no eran un problema para mí, que a lo mejor llevaba los 120 millones de pesetas en el bolsillo, ya sabes, o en el sujetador en todo caso.
Los diez minutos que pasé dando vueltas parribapabajo delante de la casa eran suficientes para que me entrara una cierta duda, que ahora aclararé, pero primero voy a hacer un inciso.
Hablando de mi antigua experiencia tan pasional con el chico de la Calle Progreso, y describiendo esa casa tan peculiar, con su casi total falta de mobiliaria y equipamientos, la gente me ha dicho distintas cosas. Primero va Rosa y dice, "¿¿pero estás segura de que no era un okupa??", y luego va Chema y dice "¿Sabes que era eso? ¡Eso era un picadero! Si sólo había una cama.... ni vasos ni ná, si él no vivía allí, eso era un sitio pa llevar a las niñas a follar na má...", y yo todo indignada "¡¡¡Pero si vivía allí!... y el compañero de piso también vivía allí (y él no follaba con nadie), si vivían allí los dos, y vale, que sólo tenía una cama y no tendría vasos y no tenía casi ná, pero vivía allí!!!" Pero después eso también se aclaró. Porque esa noche, Jesús vino a mí en un sueño (Jesús era el nombre de mi rollo, no lo confundáis con el hijo de Dios) y me lo aclaró todo. Estábamos en la casa de la Calle Progreso, los dos sentados sobre la cama, y mientras yo le quitaba toda la ropa me decía, "pero claro que tenía más muebles, ¿no te acuerdas? ¿No te acuerdas de la silla? ¿Y del armario que encontré en la calle? ¿Y no te acuerdas de los libros, no tenía estantería pero guardaba todos los libros en el suelo?" y de repente vi los libros y me acordaba de todo. Claro que había otros muebles, es que yo solo me acordaba de la cama, por razones obvias.
Bueno, volvemos a la Calle Progreso, el viernes a las siete y cinco de la tarde. Llegó la dueña de la casa. Abrió la puerta y tardé menos de un segundo en darme cuenta de que esa no era la casa. Desagradable y increible, pero cierto, la casa de mis fugaces amores era la de dos puertas más abajo, irreconocible en un 99%, completamente reformada, pintada de un horrible color morado oscuro y con un diseño de arquitecto con puerta metálica de sarcófago nuclear, esa era mi casa.
Y de la que vi, sólo el dormitorio (que era el salón) tenía el mismo ambiente, era muy parecido y recordé muchas cosas. Lo demás era la hostia, una casa enorme, laberíntica y en fatal estado y llena de cucarachas. "Cuidado, cuidado", me decía la dueña, y efectivamente, era un verdadero cementerio de cucarachas, pero no pegué el grito hasta que ví el escorpión sentado encima del armario, y me entró un ataque de risa al mismo tiempo, y a la dueña de la casa otro, coge el escorpión - resecado, negro y polvoriento - y el escorpión es de un antiguo inquilino y es de goma. Pero ya no se me acababa de quitar la risa, por toda la situación, por todo. Fuimos a ver más habitaciones y cuando llegamos a la cocina dice la dueña, "cuidado, que aquí hay otra sorpresa..." "¿pero otro animal?" "sí, un pato".. "¿un pato?" y de repente hay un revuelo de plumas o un grito asustado de la dueña o algo y yo también grité y dice, allí está, allí está el patito en el suelo del patio, ay, ay, y voy y veo el pato y pato es una cosita pequeñísima y moribunda tirada en el suelo, qué pena, vamos a ponerle un poco de agua, ¿no? se muere del calor, nos pusimos a buscar un recipiente por toda la cocina (¿a qué me recuerda eso?), por fin encontramos una bandeja, la llenamos de agua, "¿pero tú te atreves a cogerlo?" "claro que sí", y cogí al patito y lo metí dentro del agua. Y cuando el pato estaba submergido en agua, la dueña me dice "pero no es un pato, ¿eh?, es una paloma", oh fú, y ahora se va a ahogar, hay que sacarlo del agua, bueno, lo dejamos en la bandeja, donde parecía reanimarse un poco, "vendrá la madre", bueno, no sé, qué pena de patito/paloma.
Por dentro la casa era unas cuatro veces más grande que la de mis sueños, a pesar de ser tan parecida por fuera. Más habitaciones, y más, y más, todo tenebroso y dando a patios cada vez más interiores. "Podemos subir a la segunda planta, pero hay una salamanquesa ¿eh?"
Y así fue mi visita a la casa. Decepcionante, divertido y demencial. Pero yo esta última semana me he sentido bien recordando todo lo que me pasó hace tanto tiempo. Bueno, lo que le pasó a una persona que no soy yo exactamente, pero sí que lo soy, porque llevo esa persona dentro y cuando le han pasado cosas buenas a esa persona, también me han pasado a mí. Ella se llamaba Paula, y acababa de cumplir los 20 años, y yo también me llamo Paula y acabo de cumplir los veinte años, aunque tengo más años y más cosas superpuestas también, y pienso que soy capaz de sentirme bien igual que entonces, y que incluso podrían pasarme cosas así, aquí y ahora, ¿por qué no?, yo soy esa, soy Pau, soy ella, soy yo.