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miércoles, 24 de septiembre de 2003

 
Miércoles 24 Septiembre 20003

Llevo cuatro horas y media en este bar, el bar de la estación de trenes de Marsella.

No, yo no estoy en el bar, es que estoy contando mi experiencia de cuando me fui a Toulon en autoestop a ver a Philippe (bueno, hice dedo desde Sheffield a París, y el resto en tren). Menos mal que me acuerdo de muchas cosas porque tengo muy poquito escrito en el diario al final. Estuve escribiendo un montón de horas, eso sí, en el bar de la estación de Marsella, cuando ya había estado en Toulon e iba a emprender el camino de vuelta. Marsella, Marbella .. lo que cambia un sitio por una letrita. En Marsella a las 4 de la tarde era demasiado peligroso salir a pasear, te atracaban. Tenía que esperar desde las 3 hasta las 8.30, que era cuando salía mi tren a París, pero por supuesto que ni se me ocurría dar un paseo. Me quedé en el bar escribiendo el diario. Con el dinero justo. Entre otras cosas escribí lo siguiente:

Ya son las seis y diez, ya sólo me quedan dos horas. He intentado hacer que un solo café me dure cuatro horas, cada vez que se acercaba una camarera hacía como si bebiera de la taza vacía, pero al final una de ellas ha sido más rápida que yo y me la ha quitado. Pero dentro de una hora y media o así voy a comer .. ¡qué bien! Qué haaambre ...
Hay poca gente aquí y la gente que hay, todos son muy raros, hay un chaval que esconde una botella de vino (de ese baratísimo que viene en botella de plástico) debajo de la mesa y cuando nadie está mirando llena su vaso. Y hay una chica negra que parece que va bien vestida pero cada vez que se marcha alguien va a su mesa y se come lo que han dejado. Y hay varios tipos que no se sabe .... mierda, se me ha sentado uno delante. Sigo escribiendo esto y no voy a levantar la cabeza hasta que se vaya ... (esta escena se repite tres veces, con tres tíos distintos. Del último digo: ¿Por qué, por qué hacen esto cuando hay tantas mesas vacías? Ahora oigo como está pensando en qué va a decir para empezar una conversación - ah, ya lo ha soltado - "tigeugen spiggler" o algo así. Bueno, mejor que "Man buddah, man buddah", que es lo que me dijo el último que se sentó aquí".)

Bueno, paso a las cosas que pasaron antes de ese álgido momento en el bar de la estación de trenes de Marsella. Eso ha sido para ambientar la cosa un poco.

Salí de mi casa en Sheffield y me llegué a París haciendo autoestop. Iba sola, llevaba una navaja de buceador que alguien me había prestado metida en las medias. ¿Eso es tocar techo o tocar fondo en la vida de una? Era algo que quería hacer... más que nada para ver si era capaz de hacerlo. Y lo era, lo era. En Sheffield compartía casa con cuatro estudiantes más, y Adrian, uno de mis compañeros, me dice que él también va a estar en París el mismo día que yo, con un amigo. Quedamos allí, para cuando yo llegara. Llego a París y es que en aquel entonces no existían los móviles, claro, y habíamos quedado "en la Torre Eiffel", sí, en un día y a una hora concreta pero .... cuando llego a la Torre Eiffel me doy cuenta de la idiotez que es quedar "en la Torre Eiffel". Hay algo así como cuatro mil personas dando vueltas por ahí, ¿cómo voy a ver yo a Adrian y a su amigo, cómo...? ¡Pero tuve una idea! Me puse allí de pie justamente debajo de la Torre Eiffel, sola y con pinta de cretina, en un arriate de rosales, donde no había absolutamente nadie (lógicamente, no suele haber nadie en los arriates de rosales). Espero unos dos minutos y aparece Adrian.

Muchísima alegría, lo del arriate ha sido una estrategia brillante. Adrian está solo, y le digo, ¿dónde está tu amigo? y me dice, "Él no ha podido venir, pero he decidido venir yo de todas formas, porque había quedado contigo".

Un poco raro, ¿no?

Pues lo que es a mí no me parecía raro. No le di demasiadas vueltas. Ninguna, vamos. Nos compramos una botella de vino y pan con paté y nos sentamos en un banco a comer, beber y hartarnos de reir, porque de los cien bancos o así que hay delante de la Torre Eiffel, ninguno mira hacia la Torre Eiffel. Le digo, yo mañana por la mañana a las ocho cojo el tren para Marsella ... y ¿tú dónde vas a dormir esta noche? Yo me puedo quedar allí también, ¿no? (porque claro, se suponía que su amigo y él iban a quedarse en casa de unos amigos). Y me dice, "yo, en ningún sitio. Si acabo de llegar y no he buscado nada, y cuando tú te vayas me voy otra vez para Inglaterra." No me digas que no es un poco extraño. Bueno, que no pasa nada, decidimos irnos de marcha toda la noche y a las 8 de la mañana, pues ir cada uno a su respectivo tren. Empezamos a visitar algunos cutrebares, pero al rato nos aburríamos y nos entraba sueño. Ya no merecía la pena pagar grandes cantidades por un hotel, porque era ya tan tarde ... intentamos dormir en la estación de trenes, pero echaron a todo el mundo y la cerraron. Nos fuimos dando vueltas por las calles, y .. no he pasado más miedo en mi vida. Se acercaba continuamente gente rarísima, nos seguían .... qué susto. Empezamos a decir, "esto no puede ser, vamos a buscar un hotel, aunque sea para cuatro horas, que nos van a matar, robar, violar, acuchillar...." Llamamos a la puerta de un hotel. No hay habitaciones. A otra. No hay habitaciones. Ya nos sentíamos totalmente desamparados y perdidos y cagaos de miedo ..... Llamamos a otro hotel y hay dos chicas allí preguntando lo mismo que nosotros, ellas también cagás de miedo .... y el portero dice, pues entrad todos porque yo lo siento mucho, no me quedan habitaciones, pero si está todo lleno podéis entrar aquí y pasar la noche en el vestíbulo." No podemos creernos la buena suerte que hemos tenido. Las dos chicas y Adrian y yo nos sentamos en los mullidos sofás del vestíbulo y casi no podemos creerlo. Pasamos el resto de la noche riéndonos con las chicas y escuchando a Jimi Hendrix y a Janis Joplin en el walkman de Adrian, un auricular para cada uno, el paraíso, vamos.

A las 8 localizo mi tren de Marsella en la estación, me subo, ¡adiós! ¡adiós!, ¡nos vemos en Sheffield!, y Adrian se va a su tren. ¿Qué puede fallar ahora? ¿Eh? Pues que me he subido al tren nocturno de literas que acaba de llegar de Marsella. Me bajo corriendo y voy a por el mío pero ya son las 8 y ha salido. Creo que soy una imbécil.

Bueno, pero no pasa nada porque al final me voy a Lyon en otro tren (donde pasé más frío que jamás en mi vida, por cierto) y allí cambio y cojo otro tren a Marsella, mi billete me valía, menos mal.

Esta historia se está alargando mucho así que lo que voy a hacer es continuar mañana, ¿vale? Sí, mañana cuento el resto. ¡Buenas noches!



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