He leido el diario antiguo que corresponde a mis aventuras en Toulon, Francia. Lo he leido como una novela, porque es una novela, lo he leido soltando risas, carcajadas, grititos, suspiros y casi casi alguna lagrimita, aunque todavía no estoy tan mal como para llorar leyendo mis diarios, no. Eso pa cuando tenga sesenta años o así. Todavía no, porque pienso que sigo siendo la misma en muchos aspectos (de lejos sobre todo, si tengo el mismo peinado y todo), hay remedio, todavía podría repetir alguna de las locuras de entonces o inventarme otras parecidas. Sisi.
He recordado de forma muy especial a dos personas. Una es Susana, que fue mi mejor amiga entonces y lo sigue siendo ahora, aunque entonces la veía día y noche y ahora una vez cada .... ¿dos o tres años? Ayer le llamé y le estuve leyendo algunos de los trozos más bestias de ese diario (bueno, casi todos los trozos), porque ella era máxima implicada, claro, y se acordaba muy bien de todo, y os podéis imaginar los carcajeos simultáneos de las dos, una en cada lado del Atlántico. Es una sensación maravillosa oír las carcajadas de Susana de nuevo, ella también es muy carcajadera, como yo. Y vivimos tantas cosas juntas, desde los 19 hasta los 26 años o así. Aunque ahora tendremos menos cosas en común, la sigo queriendo igual, como si fuera mi hermana, definitivamente ella es mi familia.
¡Unas fotitos! A la izquierda, Susana y yo en la facultad (sí, estamos en una clase en esta foto, un tipo tutoría,no me preguntes qué hacemos rodeadas de botellas y con un plátano de peluche en la mano). Y a la derecha, Susana y yo el año pasado, cuando pasó una semana aquí en Sevilla. El corazón lo encontramos en la calle, es guay, ¿verdad?
La otra persona a quien he recordado con muchísimo cariño es Philippe, mi novio cuando estaba allí, Susana y yo sólo estuvimos en Toulon unas seis semanas y yo saldría un mes o así con Philippe, trabajaba de guardia nocturno en el Foyer de la Jeunesse donde vivíamos, imagínense a Pau saliendo con el bedel, sí, pero un bedel de 20 años, alto, fuerte, talentudo, guapísimo, no tenía mucha idea de porqué me eligió a mí de las treinta o así chicas jóvenes que vivíamos allí, pero así fue y fue una relación muy bonita, muy muy bonita. Él era muy buena persona, muy divertido y me quería muchísimo. Fue una relación terminantemente prohibida y secreta y nos pasábamos casi todo el tiempo escondiéndonos, literalmente, yo bajaba a pasar la noche con él en su habitación y luego, a las cinco de la mañana antes de que se levantara nadie, subía descalza y silenciosa los seis pisos hasta mi habitación por la escalera de atrás, esquivando cucarachas, quelle horreur! y arriesgándome a que saliera la terrible directrice Mademoiselle Marx (el nombre es fantástico, no me digas que no, bueno, quizás Mlle. Stalin hubiera sido todavía más acertado), que nos habría echado de allí si llegara a saber algo, a mí y a Susana por extensión, porque eso era principalmente un sitio para chicas jóvenes con problemas y lo llevaba con mano de hierro.
¡Una foto!, os voy a explicar, Philippe lleva mi camiseta de "Tour de France" (ya no me pongo cosas así) y yo llevo su camiseta amarilla, no sé muy bien porqué nos habíamos cambiado de camiseta y no sé qué pasó con mi falda o pantalones, parece ser que los he perdido por ahí, qué extraño.
Pues nada, a Philippe le volví a ver ese mismo invierno, fui a Toulon en autoestop a verle, porque la verdad es que estábamos bastante enamorados, y cuando llegue a ese capítulo de mi diario os lo contaré con pelos y señales porque es la ostia y estoy deseando contároslo, es como una mezcla de Indiana Jones y Los Amantes del Círculo Polar con toques de Monty Python, pero después de ese invierno (año nuevo de 1985) no lo volví a ver porque la distancia lo hizo imposible, nos alejamos, lo dejamos. Pero la cosa es que al leer el diario tenía muchas ganas de saludarle y le he escrito una carta, pues sí, no una carta romántica ni nada de eso, sólo un saludo, algunas preguntas y una mínima descripción para que sepa cómo yo estoy y cómo me va la vida, la carta la tengo aquí ya en su sobre y mañana compraré los sellos y la despacharé a su casa antigua, la de su madre, no sé si la recibirá y por supuesto no sé si me contestará, pero lo importante es mandarla, tengo muchas ganas de saludarle, quiero que le llegue ese saludo porque se lo merece, pienso que es de las mejores personas que he conocido. Me lo imagino ahora padre de dos o tres niños, sería lo lógico supongo, no sé qué será de él, pero la carta se la mando. Espero que le llegue.