TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, DÉCIMA PARTE (y III)
La salida de Setúbal, pues me enteré por casualidad de la existencia de la “Estrada Romana” y además me venía de camino… pensé que podría ser interesante, si no me torcía el pie con los pedruscos y efectivamente, no me torcí el pie con los pedruscos y fue interesante. Es un camino romano, hecho por los romanos, es casi imposible encontrar la entrada, ni un letrero en la ciudad, nada, subes y subes y subes y luego la entrada está oculta en un barrio de casas de protección oficial o algo así, tienes que perderte varias veces primero y luego preguntarle a una vecina tendiendo la ropa dónde está, o ese fue mi caso al menos, pero ella me puso en el buen camino entre los bloques y está muy bien porque de repente entras en el mundo como era varios siglos antes de Cristo, disfrutando del campo y la tranquilidad y pensando en los albañiles romanos, que cómo habrán hecho para construir todo esto sin máquinas ni coches ni nada, qué horario tendrían, dónde dormirían, cuánto cobrarían, dónde meterían su sueldo si no había bancos,
y de repente al terminar el caminito ves que viene todo explicado en una especie de tablón de anuncios… La salida sí que está señalizada si no la entrada, o sea que parece que los demás entran donde yo salí y salen donde yo entré, pues nada, allí estaban todos los albañiles romanos para darme la bienvenida. Os recomiendo que vayáis a conocerla si estáis por la zona.
Pues nada, en la carretera de nuevo, y este trozo del camino es, fue, es, de los más bonitos, bueno eso ya lo sabía, por la Sierra da Arrábida (bueno, no exactamente “por la Sierra” porque la Sierra tiene unas cuestas que pá qué, yo fui rodeándola por la parte de arriba pero aún así no te ahorras unas buenas subidas y con la ola de calor que tocó esos días no es muy divertida) (pero me conformo, ¡nadie me dijo que esto fuera a ser fácil!). El camino es precioso, tierra de viñedos y bodegas,
y los pueblitos de Vila Fresca y Vila Nogueira de Azeitão son una pasada de bonitos.
Otro día muy largo, 23 kilómetros, pero afortunadamente soy más terca que una burra y llego a mi destino siempre aún sabiendo que podría dejarlo perfectamente y seguir el día siguiente…
Nunca había pensado que abrazaría el Islam, pero con la maldita ola de calor y el sol quemándome por todos lados y con un agotamiento un poco fuera de lo común de repente sentí la necesidad de llenarme de telas como si estuviera en el desierto, me daba igual que me creyeran loca. Hubiera caminado con una burka en esos momentos con tal de escaparme del sol…
… pero a todo llegas poco a poco, aunque sea un asco en ciertos momentos, y llegué al destino que me había fijado un día en un brote de optimismo, el cruce de Santana, donde me dejé caer en un bar para, ya sabes, beberme unas buenas Superbocks y comer, y luego cogí un autobús a Sesimbra para ir a la playa.
(no tengo fotos, no estaba en condiciones)
Donde por supuesto no pude tomar el sol ni nada con los 37 grados que hacía a las 2.30 de la tarde, sólo buscarme un poco de sombra para desmoronarme sobre la arena y dormir la siesta, y tuve suerte, hubo tal cosa y pude hacerlo.
(No tenía hotel en Sesimbra porque en agosto como que mejor que no, los precios empiezan a los ciento y pico de euros la noche…. volví al baratísimo y ruidosísimo Setúbal… pero qué le vamos a hacer, aún así consigo ver mundo, ya lo creo….)
TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, DÉCIMA PARTE (II)
La Península de Tróia. 17 kilómetros de la nada y la naturaleza, bordeada por una playa interminable (bueno, termina después de 17 kilómetros), con una carretera por en medio. Se puede hacer en coche, incluso en bici, dudo que mucha gente la haya hecho a pie, cuatro locos y yo seguramente. De todas maneras es una propuesta atractiva hacerla a pie, era de las etapas que más me inspiraban, tenía ganas de caminar por toda la Península de Tróia, la verdad que sí.
La Península de Tróia es, ante todo, muy aburrida. Es una sola carretera con los coches pasando (brum, brum, silencio y el sonido de tus pasos, brum, y así), hay una parte que tiene agua por un lado durante un trozo, luego nada, o no me acuerdo, la playa está siempre por el otro lado aunque casi siempre está un poco lejos y colocada detrás de un a especie de terreno baldío, o con árboles, un suelo color ceniza, no querrías bajar por allí aún sabiendo que hay una playa desierta al otro lado.
Una va escuchando música, una se coloca un papel en la nariz para que no se queme, una camina, y camina, no hay mucho más que hacer.
Y de todo lo que había oído de la reserva natural, los animales, las aves en la Península de Tróia…. pues lo único que yo he visto ha sido un puñado de moscas.
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Luego hay el horrible Sol Tróia, una conglomeración de chalets y bloques con ambiente de camping barato, y luego aparece el monstruo, Tróia….
La última (y única) vez que estuve, en el 2003, estaban a punto de volar la mitad de los bloques, que me parecía una buenísima idea, y efectivamente los volaron,
pero al final sólo ha sido para hacer sitio para más bloques, y todavía peores,
…es que ahora no queda ni un hueco libre entre los mazacotes de hormigón, parece el centro de Berlín, incluso el muro de Berlín, luego hay otros “barrios” donde te encuentras con espantos arquitectónicos como estos….
Hmmm, ya sé porqué se han ido todos los animales y pájaros y sólo se han quedado las moscas….
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Total, que Tróia me pareció tan horrible que sólo pude pensar en coger el barco para cruzar a Setúbal, salir de allí cuanto antes….
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Por cierto en Setúbal hay un despliegue magnífico de carteles contra el atropello ambiental que es Tróia, un grupo que quieren hacer algo y que tienen unos slogans estupendos como “Destroioresort” y “Debaixo do resort está a praia”. Ellos no hablan de moscas, sí de buitres, jeje…
Y Setúbal, pues la ciudad de Setúbal también tiene una playa. La playa de la ciudad de Setúbal:
- está en la ciudad, un poco en las afueras pero está en la ciudad. Sin embargo hay que ir andando porque no hay ninguna línea de autobús que te lleve allí desde el centro.
- para llegar tienes que abrirte paso rodeando la valla rota de los astilleros y sorteando basuras y redes y cuerdas que parecen crecer del suelo.
- y luego puedes sentarte sobre la arena no muy limpia entre trozos de barcos rotos, vaya panorama, viendo la corrosión, o algo así.
- los ricos van a Setubal en el carísimo barco verde fluorescente (una lechuga radioactiva, dicen los activistas), a esta playa sólo van los pobres.
- No hay ni un chiringuito, sólo un garaje cerrado, una fábrica oxidada y unas casuchas (y un letrero que dice Prohibido Nadar).
¿No podrían hacer algo allí, echar un poco de dinero para que la Playa de Setúbal esté un poco mejor?
De todas formas justo en el mismo momento en que me dejé caer sobre la arena desapareció el sol detrás de la mata, ploc. Pues vaya, después de todo el trabajo que me ha costado llegar aquí. Bah, digo, al menos no me tengo que echar la crema y ya no habrá tanta masificación… y allí me quedé un buen rato, sin sol, con un cansancio enorme, viendo como al otro lado de la bahía en la playa de Tróia sí tenían sol todavía, hay que ver, lo que hace el dinero….
Pero muchas partes del pobre y ruidoso Setúbal (no esa en concreto) se parecen arquitectónicamente a Lisboa, lo que me hace pensar que estoy progresando en mi travesía, que estoy a relativamente poca distancia ya de la gran urbe….
TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, DÉCIMA PARTE (I)
Los mojones en el camino, vamos a llamarlos hitos,
dan un poco de interés y un poco de estructura a tu camino, son divertidísimos,
Una se sienta sobre ellos, se sube a ellos…
Te alivian el aburrimiento. Pero lo mejor es ver uno que te diga que sólo te queda un kilómetro hasta tu destino.
Que en este caso era el pijísimo pueblito de Comporta, donde aterrizo como un bicho raro después de andar casi 30 kilómetros, roja, resoplando, y con unas ganas de tomarme una cerveza del tirón y embucharme la comida que sea, pero que sea ya… Todo eso está un poco fuera de lugar en un sitio como Comporta, pero qué le vamos a hacer…
Y me encanta el pijísimo pueblito de Comporta, me encanta. Me gustaría volver, y quedarme allí unos días. Está todo tomado por las cigüeñas, hay luz y tranquilidad, el pueblito con sus ruinas, sus casas abandonadas, sus casitas felices al sol, tejaditos, pinturitas, todo de una sola planta, adoro Comporta. He visto que los (pocos) extranjeros hablan portugués y se ve que la gente se viste bien aunque sea con ropa playera (no dan gritos ni se escupen la cerveza unos a otros, ya sabes) y me siento bien en los sitios así. Es lo que pasa con la edad y la experiencia, supongo, se refinan los gustos...
Después de andar casi 30 kilómetros (y con una ola de calor que no veas, no se podía ni estar en la calle) a una no le queda fuerzas ni para ir a la playa a quemarse (no ayuda el hecho de que está a dos kilómetros del pueblo, dos kilómetros – y dos de vuelta – que se te hacen más que una montaña en estas circunstancias). Me refugié en un bar toda la tarde a tomar coca cola tras coca cola, aunque ya sabía que este tramo del camino iba a ser uno de los más duros.
Que ¿por qué anduve casi 30 kilómetros, cuando normalmente ando 15? Pues porque pensé hacer una parte por unos caminos junto a la playa que había visto en el googlemaps, y resultaron ser de arena hundidiza que encima te quemaba los pies (antes de engullirlos del todo), y tuve que olvidarme del desvío y volver a la carretera, a varios kilómetros de distancia, y eso que el tramo ya era largo de por sí, 23 kilómetros…. me equivoqué… puede pasar…. pero bah, llegué. Siempre llego y siempre llegaré, espero, ha habido días peores, es cuestión de paciencia.